12 diciembre 2012

Desayunando con KRUGMAN

LOS MILLONES OLVIDADOS

EL “ABISMO FISCAL” TIENE A TODOS HABLANDO DE LA CRISIS PRESUPUESTARIA EN ESTADOS UNIDOS. PERO DE LO QUE EN REALIDAD SE DEBERÍA ESTAR HABLANDO ES DE LA CRISIS LABORAL.

Fuente: Diario GESTIÓN
Miércoles 12 de diciembre de 2012












Paul Krugman, Premio Nobel de Economía 2008. Es profesor de Economía y Asuntos Internacionales en la Universidad de Princeton.



La todavía deprimida economía estadounidense necesita más estímulo fiscal.


Dejémoslo claro: Estados Unidos no se enfrenta a una crisis fiscal. Sin embargo, sigue sufriendo en gran medida una crisis laboral. Es fácil confundirse con el primer tema, ya que todo el mundo habla del “abismo fiscal”. De hecho, una encuesta reciente indica que una gran mayoría de ciudadanos cree que el déficit presupuestario aumentará si caemos por ese precipicio.

Pero es justo lo contrario: el peligro es que el déficit se reduzca en exceso y demasiado rápido. Y los motivos por los que eso podría suceder son puramente políticos: podríamos estar a punto de recortar drásticamente el gasto y subir los impuestos no porque los mercados lo exijan, sino porque el partido Republicano ha estado usando el chantaje como estrategia de negociación, y el presidente Barack Obama parece dispuesto a ponerles en evidencia.

Es más, a pesar de años de advertencias de parte de los sospechosos de siempre acerca de los peligros de los déficits y de la deuda, el gobierno puede endeudarse a unas tasas de interés increíblemente bajas las de los bonos soberanos estadounidenses protegidos contra la inflación son de hecho negativos, de modo que los inversionistas están pagándole al gobierno para que utilice su dinero. Y no me digan que los mercados podrían volverse contra nosotros de repente. Recordemos que el gobierno de Estados Unidos no puede quedarse sin efectivo (pues imprime sus propios billetes), de modo que lo peor que podría pasar sería que cayese el precio del dólar, lo cual no sería tan terrible y de hecho podría ayudar a la economía.

No obstante, existe todo un sector construido alrededor del fomento del pánico al déficit. Hay grupos empresariales espléndidamente financiados que no paran de exagerar el peligro de la deuda gubernamental y la urgencia de reducir el déficit ya mismo; solo que, de repente, esos mismos grupos nos advierten de los peligros de una reducción excesiva del déficit. No es de extrañar que los ciudadanos estén confusos.

En tanto, no existe ninguna presión organizada que se ocupe de algo terrible que de hecho está ocurriendo ahora mismo: el desempleo a gran escala. Si bien se ha avanzado algo durante el último año, el desempleo a largo plazo sigue a unos niveles que no se habían visto desde la Gran Depresión: en octubre, 4,9 millones de estadounidenses tenían más de seis meses sin trabajar y 3,6 millones, más de un año.

Con cifras como esas, tengamos presente que estamos contemplando millones de tragedias humanas: individuos y familias cuyas vidas están desmoronándose porque no pueden encontrar trabajo, ahorros agotados, casas perdidas y sueños destruidos. Y cuanto más se prolongue esta situación, mayor será la tragedia.

Además, esta crisis tiene un costo económico enorme. Cuando los ciudadanos dispuestos a trabajar tienen que soportar una inactividad impuesta, la sociedad en su conjunto sufre la pérdida de su esfuerzo y de su talento. La Oficina del Presupuesto del Congreso calcula que lo que el país está produciendo se encuentra por debajo de lo que podría y debería producir, con una diferencia de alrededor del 6% del PBI, equivalentes US$ 900.000 millones al año.

Peor aún, hay buenos motivos para creer que el elevado desempleo también está socavando el crecimiento futuro, a medida que los desempleados de largo plazo pasan a ser considerados imposibles de contratar, ya que la inversión se reduce como consecuencia de la escasez de ventas.

¿Qué se puede hacer? El pánico en torno al abismo fiscal ha sido revelador pues pone de manifiesto que incluso los guardianes del déficit son keynesianos encubiertos. Es decir, creen que en estos momentos los recortes del gasto y los incrementos de impuestos destruirán puestos de trabajo. Pero es imposible afirmar eso al mismo tiempo que se niega que los aumentos del gasto y las reducciones temporales de impuestos crearían empleo. Sí, la todavía deprimida economía estadounidense necesita más estímulo fiscal.

Hay que destacar que el presidente Obama ha incluido una pequeña cantidad de estímulo económico en su propuesta presupuestaria inicial; la Casa Blanca, al menos, no se ha olvidado por completo de los desempleados. Desgraciadamente, casi nadie espera que esos planes de estímulo se incluyan en el acuerdo que finalmente se alcance.

¿Por qué no estamos ayudando a los desempleados? No es porque no podamos permitírnoslo. Dados los costos tan bajos que tienen los créditos y el daño que el desempleo está causando a la economía estadounidense y, por lo tanto, a la base tributaria, resulta bastante fácil defender el argumento de que gastar más para crear empleo ahora realmente mejoraría nuestra situación fiscal de largo plazo.

Tampoco creo que sea un problema ideológico. Hasta los republicanos, cuando se oponen a reducir el presupuesto de defensa, empiezan inmediatamente a hablar de cómo esos recortes destruirían puestos de trabajo- lo siento, pero el “keynesianismo armamentístico”, es decir, la afirmación de que el gasto público crea empleo, pero solo si se destina al Ejército, no tiene sentido-.

Al final, resulta difícil evitar llegar a la conclusión de que se trata de un problema de clases sociales. A la gente influyente de Washington no le preocupa perder su trabajo; la gran mayoría ni siquiera conoce a alguien que esté desempleado. La difícil situación de estas personas simplemente no ocupa un lugar predominante en sus pensamientos y, por supuesto, los desempleados no contratan grupos de presión ni hacen grandes contribuciones a las campañas electorales.

En suma, la crisis del desempleo en Estados Unidos se prolonga más y más, a pesar de que tenemos tanto los conocimientos como los medios para resolverla. Es una inmensa tragedia, y también es una atrocidad.

Traducción: Antonio Yonz Martínez.

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